Los conciertos de las escuelas de música y danza, bajo mi punto de vista, se deben convertir en una parte muy importante de la maquinaria musical, educativa y cultural en los municipios en los que están enclavadas. Deben ser verdaderas citas de encuentro, para toda aquella parte de la población, que tiene un cierto interés por el mundo de la música y de la danza.
De alguna manera, todos concebimos “el concierto” como un momento académico de imprescindible cumplimento, que sirve, por un lado para mostrar parte de la diaria labor docente de los profesores de la escuela, y por otro lado, para que los padres vean a sus hijos sobre el escenario mostrando sus conocimientos adquiridos, y enmarcar así, su paso por el centro educativo.
Pero la realidad de la asistencia a conciertos en algunas comunidades educativa no es como deseamos que fuera; e incluso en el peor de los casos, pasa por asumir:
a) que suele haber más número de participantes sobre el escenario que público en el patio de butacas.
b) en otras ocasiones comprobamos que los padres, una vez que terminan de tocar sus hijos los recogen a la salida del teatro y no se quedan, ni unos ni otros, a escuchar al resto de los compañeros que aun no han terminado de interpretar sus actuaciones.
c) si el niño o la niña, en concreto, no participan en el concierto, tanto los padres como los propios alumnos, declinan la invitación a asistir a cualquier actividad musical organizada por el centro.
d) y algo parecido ocurre con algunos de los profesores del propio centro que, no siendo parte del entramado del montaje, «hacen mutis por el foro».
Cuando algunos de los anteriores supuestos cohabitan con nosotros en nuestra realidad educativa, es evidente que es el momento de pasar a la acción. Cualquiera de esas cuatro realidades no se eliminan de nuestro alrededor simplemente cerrando los ojos; cambiar estas situaciones, tan poco deseables, supone un esfuerzo específico enfocado en esa dirección.
Es evidente que debemos cambiar las numerosas actitudes y opiniones, a todos los niveles, sobre lo que representa un concierto. Hay que conseguir eliminar esa tendencia que se tiene asumida y educar a todos y cada uno de los colectivos que participan en el concierto: profesores, alumnos, padres y madres, políticos y público, despertando a toda costa su interés por este tipo de acontecimientos. Estamos hablando de sensibilizar a toda la población de lo importe que es el OCIO-EDUCATIVO.
Para lograr este objetivo, el material sonoro y visual que se ofrece sobre el escenario, debe cumplir dos funciones muy importes, las cuales, bajo mi punto de vista, en algunos casos brillan por su ausencia:
• La primera relacionada con la labor educativa de los centros y con el hecho de que subirse al escenario representa la parte más empírica del estudio de la música y la danza. Sobre él, todo lo trabajado durante semanas en las clases, tanto individuales como colectivas, ha de aparecer con naturalidad, con frescura; es el momento real del acto artístico. No sólo representa el momento de lucimiento del hijo o hija que estudia en la escuela, eso hemos de considerarlo un anexo, es un valor añadido; lo importante es la propia música, el arte en definitiva.
• Y por otro lado, los centros educativos musicales hemos de ser conscientes de que somos herramientas valiosísimas para la cultura. Somos uno de los instrumentos más importantes para poder generar el nuevo público en nuestra localidad. Nosotros debemos sensibilizarles de la importancia de participar en ellos, de asistir asiduamente a eventos culturales relacionados con la música y/o la danza.
Dentro de nuestras programaciones de actividades debemos ser conscientes, de que en gran medida depende de nosotros que el público se acerque a las salas de conciertos. Por lo tanto, hemos de cuidar al máximo todo lo relacionado con el concierto: la puesta en escena, el tipo de repertorio, las agrupaciones que lo interpretan, los días en los que se ofrecen, el horario en el que se programa. Todo, absolutamente todo, afecta a la organización de un evento artístico y por lo tanto al logro de los objetivos marcados cuando se programó. Todo ello sin olvidar que aun así, sigue siendo un acto educativo al servicio de nuestros alumnos.
Cuando se comienza a trabajar teniendo en cuenta las dos premisas anteriores, se puede llegar a conseguir logros impensables en un principio, tanto a nivel musical, como cultural. La realidad se puede llegar a transformar sin lugar a dudas. Les puedo asegurar que ese tesón y ese esfuerzo enfocados claramente en las direcciones propuestas, dan buenos resultados a todos los niveles. Es algo absolutamente testado.
No sólo la calidad de los espectáculos ofrecidos se multiplica exponencialmente, sino que año a año se van consiguiendo llenar las salas hasta tener que ofrecer, incluso, dos funciones por concierto, lo que implica doblar el número de personas que se acercan a nuestro patio de butacas para escuchar o ver bailar a nuestros alumnos. Si, han leído bien, “a nuestros alumnos, a todos nuestros alumnos” no sólo “a los/as hijos/as”, sino a todos los alumnos y alumnas que participan en la actividad.
Esto nos muestra que hemos conseguido dar el salto y elevar los conciertos de la escuela más allá de lo que en un principio parecían representar; hemos conseguido que los montajes de nuestro centro educativo se conviertan en una cita obligada, para todos aquellos que han aprendido a disfrutar de la música y de la danza, independientemente de que tengan o no relación con la escuela.
De esta manera se consigue un gran cambio a nivel social dentro del municipio, y permite pensar en una continuidad para la escuela, en un futuro asegurado para nuestro centro en el tiempo y en el espacio.
La escuela de música y danza ha calado en la estructura social de la localidad, ha ocupado un sitio prominente en el área musical, y ya forma parte del entramado cultural de la población.