En Almagro (Ciudad Real), durante los días del 27 al 31 ha sido la cita. Las alumnas y alumnos del VI Curso de Formación Musical de Almagro los discentes. Y el Gran Teatro Municipal, la sala seleccionada para el evento.
Cuando a menudo oigo hablar en televisión o leo en el periódico, lo descarriados que caminan nuestros jóvenes, o lo mal que afrontan su futuro estas nuevas generaciones, siempre me hago la misma pregunta: ¿quiénes somos los responsables de esa pérdida de orientación anímico-geográfica? Siempre vemos las consecuencias del problema, nunca las causas y lo que es peor, jamás intuimos las posibles soluciones.
Durante esta semana he asistido como profesor a uno de esos actos que te reconfortan el espíritu, que te alimentan el alma para varios meses, y que te hacen pensar que aun hay opciones de futuro para estas nuevas generaciones, habituadas al desapego y la falta de compromiso, según nos cuentan los sociólogos.
Esta semana he visto a casi sesenta jóvenes de entre once y veinte años, subirse a un escenario para disfrutar de la vida, de la música, de los amigos. Saxofonistas, flautistas, clarinetistas, trompetistas y percusionistas, conformaban este grupo de gente tan heterogéneo. El objetivo era interpretar un concierto de difusión musical con un repertorio poco habitual para ellos, pero que les ayudara en su formación y desarrollo como músicos. También pretendía que les formara como personas, aunque conseguir esto último, nunca lo tienes del todo asegurado.
Todos tocaron obras de percusión no convencional de diferentes autores. Pero, para mi sorpresa, he podido ver más cosas que una simple interpretación más o menos correcta, más o menos ajustada a la partitura. He asistido a algo más que a unos simples días de trabajo colectivo, a unos simples ensayos, a un simple concierto.
He podido ver a casi sesenta jóvenes sonreír, guiñar los ojos, mirar con complicidad, silbar de emoción patalear el suelo mostrando su plenitud interior. Me sorprendía ver cómo sus caras se llenaban de luz sobre el escenario y no precisamente por la simple acción de los focos del mismo. He visto cómo compartían con amabilidad, con respeto, con simpatía, dando todo lo que en esos momentos tenían dentro; les he visto dando de “ellos mismos”… Era un acto de entrega absoluta. Es a partir de ahí, bajo mi punto de vista, donde se pude por fin iniciar uno de los verdaderos caminos de la enseñanza, de la educación, de la vida.
Les he visto sentir la emoción que supone oír las primeras notas de aquello que tenía que sonar, he visto cómo sus pies no podían estar quietos y se movían sin que fueran conscientes de ello. Les he visto atentos de ellos mismos y de todos los demás, e incluso, les he visto moverse mil veces todos juntos, como si de un único ser humano se tratase, lleno de energía, de entusiasmo, de vida. Sí, jóvenes entusiasmados, por raro que parezca. Por eso cada día creo más en ellos y menos en los que enjuician sus comportamientos.
Ya me sentía plenamente satisfecho aun antes de dar el concierto; pero una vez realizado y habiéndoles visto sobre el escenario aun me siento más completo por todo lo recibido, por todo lo que me han ofrecido a través de su sinceridad. Como siempre digo: he intentado curarles durante unos minutos cada día, de la enfermedad de lo cotidiano y ellos me han regalado arte.
Llegado a este punto lanzo al aire varias incógnitas por si sirven de reflexión:
¿realmente estos jóvenes manchegos aquí descritos, son especiales y/o diferentes al resto de sus congéneres de la misma edad?,
¿o es una cuestión de casualidad y azar?,
¿o es que todos responden a las pautas, de estricta causalidad, que desde lo más íntimo de la música, emergen y transforman a cualquier ser vivo?.
Lo único que puedo asegurar con rotundidad, es que estos discentes musicales, no se parecían a aquellos jóvenes de los que tan asiduamente me hablan en televisión. Estas juventudes musicales son totalmente diferentes, lo que me hace pensar que son un oasis en el desierto.
¿Es el escenario y la música lo que les transforma?,
¿lo que les enciende el ánimo?,
¿lo que les disciplina el alma…?.
¿Será posible que tengamos la respuesta a nuestras preguntas y no seamos capaces de verla?